Alemania - ¿un país musical?

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Permítame hablar del gusto musical de los alemanes

Una de las artistas alemanas más conocidas, incluso en el extranjero, es Helene Fischer.

Qué bien que los medios de comunicación promocionen colectivamente a una cantante pop que canta muy bien pero que, por lo demás, tiene tanto que ver con una artista expresiva e independiente como el estilo Bauhaus con la arquitectura inspiradora.

Desde el punto de vista económico, la Sra. Fischer tiene mucho éxito, y no se le puede envidiar. Pero lo cierto es que, por muchas canciones navideñas que versione, por muchas veces que aconseje a las mujeres en crisis que se den un capricho, nunca será una música de verdad.

Ni una sola de las interpretaciones vocales de la Sra. Fischer es realmente espontánea, ni una sola nota, por perfecta que sea, sale de su interior. Compárela con Janis Joplin, Bonnie Tyler, Dollie Parton, Whitney Houston o Amy Whinehouse. Claro que eran gente del espectáculo, conocidas a través de grandes discográficas y promoción, pero la sustancia era la capacidad de cantar de forma independiente, espontánea, y no cantar permanentemente cada nota consciente y técnicamente controlada hasta la muerte. Aunque, por supuesto, estos cantantes también eran técnicamente hábiles, a diferencia de Fischer eran capaces de "dejarse llevar", de abrirse de verdad e improvisar. Fischer está desinfectado y calculador en cada segundo y eso se puede oír y sentir.

La incapacidad del público alemán para reconocer la expresión artística (o la falta de ella) -ya sea escuchando Schlager de Andrea Berg y compañía, HipHop de Bushido o Pop de puntilla de Lea- es lo que hace que el gusto musical alemán sea tan... insípido. Todo se produce para grupos objetivo que son sistemáticamente atontados y ensordecidos con música de probeta.

Helene Fischer y su popular programa son un símbolo de la falta de espíritu.

Imitaciones estilísticas permanentes, citas y dilución de la cultura musical popular, auténtico poder creativo igual a cero. La armoniosa armonía en la audiencia esotéricamente sentimental enrevesada no se basa en nada más que en la falsa escenificación orquestada de un atractivo de estrella que en realidad no existe.


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