Con temperaturas cercanas al punto de congelación, empieza a ser incómodo fuera. Qué suerte tengo de que funcione la calefacción central, aunque haya reducido la temperatura ambiente por los altos precios de la energía.
Calcetines gruesos en los pies, un cómodo par de botas de casa forradas, un pulóver calentito... eso funciona bien. Sólo las puntas de los dedos se me enfrían a veces un poco, pero puedo calentarlas con una taza de bebida caliente o fregar los platos.
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